Hay fuego en la S93: Un pequeño
homenaje a Guillermo Lemos
Parte I
No
tenía conciencia plena de los personajes creados por el escritor caleño Andrés
Caicedo hasta que en redes sociales me crucé con un perfil con el nombre de
Guillermo Lemos, en un principio creí que se trataba de uno de los tantos
perfiles que crean en honor a personajes sacados de la ficción. Hasta que me
envió un mensaje al Messenger sobre técnicas para desdoblar el cuerpo por una
publicación que había hecho desprevenidamente en mi muro de Facebook. En un
principio creí que se trataba de una broma. Que un personaje de la ficción se
contactara conmigo me parecía digno de un cuento, así que decidí seguirle la
corriente. Su nombre me remitía al escritor caleño de quien había leído rápidamente
dos de sus obras; Que viva la música
y El Atravesado. Tenía un vago
recuerdo de un Guillermo que era nombrado en alguna parte de la obra del
escritor caleño, pero no daba con la obra ni menos con la página. Y en el caja
de conversación no pude resistir le pregunta que sentía tenía que hacer.
“Guillermo Lemos Ruiz, ¿ese es su verdadero nombre o lo usas como seudónimo?”.
Esperaba la respuesta obvia, pero la sorpresa fue inmediata: “Es mi verdadero
nombre y soy el amigo de Andrés Caicedo. Yo tengo 53 años y a mi edad uno no
anda emulando personas.” De modo que me entero el 5 de julio de 2012 que
Guillermo Lemos es un personaje real, que Andrés Caicedo le dedicó El atravesado, el cual fue borrado en
posteriores ediciones por la censura. En un pasaje nombra a un personaje
Guillermo Tejada “El 26 de febrero
prendimos la ciudad de la Quince para arriba, la tropa en todas partes, vi
matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a
culata, eso no se olvida. Que di piedra y me contestaron con metralla.”
Entonces, un nuevo universo se abre ante mi curiosidad por retomar las lecturas
de Andrés Caicedo e investigar sobre la obra del promiscuo escritor. De modo
que Guillermo Lemos si existía. Claro, los documentales donde aparecía él, su
fisonomía era distinta, un despojo de la rumba pesada de los 70, 80 y 90, y un
sobreviviente de tanta droga. De la época que marcó un antes y un después en la
historia de Cali y del país. Luego de corroborar que sí era él y llevado por
una nueva admiración a Andrés Caicedo le solicité una cita a Guillermo Lemos. Sorpresa
me llevé cuando me dijo que vivía actualmente en Jamundí; contrario al video
donde afirmaba que había vivido muchos años en el barrio San Fernando, en Cali,
y donde esperaba también morir.
El
10 de septiembre 2019 me entero que Guillermo Lemos ha fallecido. Busco entre
mis viejos archivos aquella grabación que quedó como testimonio de la visita
donde se convino una larga introducción de Guillermo leyendo de su propia voz
algunos fragmentos de Que viva la música
y El atravesado. Inevitablemente,
habla de su amistad Andrés Caicedo y del grupo de Cali. En ese momento no tengo
ni idea de lo que busco con aquella visita y grabar una conversación. Pero
Guillermo es muy elocuente y muy generoso para hablar. Como habíamos acordado,
llevé café para preparar y una cajetilla de Piel Roja; me siento como el
personaje de Ricardito El Miserable trayendo
drogas de Estados Unidos. El apartamento queda en un primer piso. Adentro nos
recibe la madre de Guillermo, que nos saluda muy afable. Varios jóvenes entran,
salen, comentan. Hay una mascota de la que todos están pendientes que no se
vaya a salir porque el gato de la unidad residencial se lo puede comer; es un
pollo. El computador es blanco, de los de cola, o “cabezones”. Nos sentamos en
una pequeña sala. Guillermo enciende su computador con software actualizado.
Entra a Google maps, ubica a Cali y me muestra la ruta de Caicedo, en sus dos
versiones. Una que se hace hacia el sur, la otra hacia el norte. Toma su libro
de Que viva la música, marcada con
infinidad de separadores de todos los colores. Y empieza a hacer una lectura
desde donde empieza la ruta de Caicedo, o dónde Guillermo quiere empezarla: en
el antiguo parqueadero de El Sears, actual centro comercial La Pasarela.
En
aquella época mi formación académica no pasaba más allá 5 semestres fallidos de
arquitectura en la U. del Valle. Un primer premio de poesía y una admiración
que no diferenciaba entre la ficción y la realidad por la obra de Andrés
Caicedo, no separaba (aún me cuesta) a este autor de su obra. Y en un tiempo
todo lo que oliera, supiera, oyera a Andrés Caicedo me empezó a interesar más.
En esta visita a la casa de Guillermo Lemos no digo mucho, menos que nada, escucharlo
hablar es un deleite, su discurso es un regreso en el tiempo. Habla de todo un
poco. Habla como si nos conociéramos hace marras. Su madre habla fuerte,
pregunta por el pollo, reprende a uno de los jóvenes que no para de salir y
entrar. No para de pasar fotos antiguas y modernas comparando la Cali antes del
narcotráfico con la actual. Con los fantasmas de la Cali que vivió Andrés y con
los monstruos de la Cali actual. No se despega de sus dos ejemplares. El y su
hermana Clarisol están desperdigados por varios textos de Andrés. En ese
momento ingresa una llamada por Skype, es una de las hermanas de Guillermo, en
ese momento detengo la grabación. En esa hora han desfilado varias tazas de
café y varias cajetillas de cigarrillo cuya ceniza se dispersa por encima del
teclado, en los vasos acumulados, sobre el piso, sobre la camisa de Guillermo
hasta que él se para y nos pide que sigamos con la conversación afuera. Vamos
al lado de la piscina donde en ese momento no hay funcionamiento. Carga en su
bolsillo una nueva cajetilla de cigarrillos y se lleva un vaso de café a
rebosar.
En
un momento en que estamos en su sala, antes de salir, le entrego un cuento que
escribí hace poco. El cuento titula AC/DC,
es en homenaje a Caicedo. Es mi primer cuento publicado en la revista literaria
Lexikalia, de la Universidad del Valle. Un intento de antídoto para la prosa
caicediana. Guillermo mira el título. Lo relaciona con los vórtices de energía
y trae a colación una creencia que tenía Andrés sobre el tema. La charla
continúa al lado de la piscina de la unidad residencial. La conversación de
Guillermo es fluida, sin tapujos ni tabúes. Después de 6 años caigo en cuenta
que no todo lo que dice en la grabación es pertinente y debo cortar una parte
del audio. En un momento Guillermo se calla y mira nuestra cara de sorpresa: “¿Qué
pensás hacer con eso?”, me pregunta Guillermo con cara de preocupación. Yo le
explico que todo parte de una idea que tuve sobre una crónica que decidí
hacerle a un habitante de Dagua que es muy peculiar: Tiberio Ossa.
Pero me engaño, hasta ese momento no tengo ni idea que haré con esa grabación.
A la
salida de la unidad recuerdo aquella crónica que leí escrita por un asistente a
la ruta de Caicedo. “Verlo a él es como ver a Andrés Caicedo”. Una crónica que
no volví a leer más para recordarla. Saco de mi maletín un ejemplar de
Calicalabozo, el único libro donde se nombra a un tal Lemos que publicó a los
16 una extensa novela sobre un par de niños que conocen el amor a través de la
Benzedrina. Le digo a Guillermo que por favor lo firme: “Para Saúl, con la misma admiración con que lo haría Andrés”.
Guillermo Lemos. Siento que un mismo personaje está firmando el libro para que
el mundo de Andrés se siga sosteniendo en pie. Debía ser Guillermo el que lo
firmara porque a Andrés no le gustaba firmar sus libros. Fue la última vez que
vi a Guillermo con vida. En los años que transcurrieron hablé un par de veces
más por Messenger, preguntando algunas cosas banales, lo llamé un par de veces
preguntando por su salud y sus memorias, pero poco a poco Guillermo se fue
apagando. Paulatinamente, dejó de contestar los mensajes hasta la fatídica
noticia de su deceso.
En
total son dos horas y media de grabación, dividido en 4 audios editados. Una
parte de la conversación versa un poco sobre la literatura y la escritura.
Guillermo me da uno de mis primeros consejos en el campo de la escritura. Un
consejo interesante pero que no deja de inquietarme. El personaje de Guillermo
Lemos me dice:
Cuando tú trabajas con literatura y
trabajas un personaje, el personaje empieza a hablar contigo. Cuando proyectas
al personaje y el personaje empieza a hacerte sugerencias. Léase un libro que
se llama “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, es una obra
de teatro, cuando los personajes se te presentan y comienzan a hablar. Los
personajes le hablan, cuando usted es escritor y le hacen sugerencias; “yo soy
así, a mí me gusta eso, esto que vas a poner no soy yo, yo soy así” Crean en un
mundo paralelo donde ellos son reales y te hablan. Los personajes mismos se te
rebelan y te empiezan a dar pautas. Si vas a cultivar la parte de la prosa te
vas a dar cuenta que como crees un personajes, como empecés a fórmalo él se
termina de formar. Rudyard Kipling hablan de un personaje que se llama el
Daimon, el Demonio, y el da pautas para escribir, para escribir búscate la
pluma más aguda, consíguete un rapidógrafo, un micropunta y en tinta y verás
cómo mejoras, cómo centras toda tu mente en la punta (…) De ahí viene la
palabra stilus, del estilete, de la
punta fina. Ese Daimon se apodera de tu mente y él utiliza todo lo que vos no
utilizás, él tiene los cajones de todo tu subconsciente y los comienza a abrir,
comienza a trabajar. El detalle de la inspiración es real. Vos te sitúas en un
plano, en un punto de concentración. Uno no busca el silencio del Himalaya,
nunca lo vas a encontrar, ahora lo podés crear con un fondo musical si hay
mucho ruido. Y sobre todo no ser interrumpido que es lo que a mí me quita de la
concentración. Porque para calentarte necesitas un tiempo, pero una vez te
calientas comienza la producción. Y una vez comienza la producción comienzas a
trabajar vertiginoso porque ya el Daimon se despierta y comienza a escribir el
Daimon. Crea el personaje y verás que el Daimon es tenaz, y vas a ver que ese
es tu mejor amigo, ese demoniecito.
Esta
parte de la conversación publicada en audio no pretende ser la panacea en temas
que no se hayan tocado ya en la infinidad de información disponible en
múltiples formatos. Pretende ser, como lo indica el título, un simple homenaje.
Ojalá, alguien encuentre o descubra algo nuevo en estos audios que se irán publicando
periódicamente. Miro en retrospectiva
todos aquellos que han hecho parte del círculo de Andrés Caicedo. Poco a poco han
ido partiendo hacia el parque de las piedras donde siguen esperando a los que
faltan. Andrés Caicedo, Carlos Tofiño, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Guillermo
Lemos. Mientras los vivos le ponen una cita a la muerte, los ya idos se reúnen
en la misma (t) rumba con Andrés; hay
fuego en la S93.
Clic aquí para escuchar el audio (Parte I):
https://drive.google.com/file/d/13VKUpR5Gi0Yyj6ftOP9_yj4UQY_X-cE-/view?usp=sharing