ELEPÉ
Mozart
y su familia continúan la huida hacia los antiguos cementerios de las voces
muertas. Lo acompañan sus únicos tres hermanos: Ludwig, su caballo blanco de
gran montura. Van, su perro. Y Beethoven, un loro siberiano que va parado sobre
las ancas de Ludwig. Todas las patas del caballo están recubiertas con lana
virgen. Van cojea un poco y sobre el ojo derecho una cortada le ha alcanzado a
rosar la retina. Beethoven tiene un ala lastimada y no ha dicho ni una palabra
en todo el camino. La bota de Mozart es de cuero, y están llenas de surcos o
canales en múltiples direcciones como si un comején se hubiera ocupado sólo de
la superficie. Cada paso que da el hombre es pausado, intenta ser más liviano
que su delgadez. Viene huyendo de un sonido mortal que produce el choque de las
piedras al caer hacia adentro La semana pasada las voces secas de los
espantapájaros que tributaban la sed de los desiertos lo hicieron huir de su
aldea. Su cantimplora de la voz está rota y pronto anochecerá. En vez de pierna
derecha, de la rodilla hacia abajo, es una canilla tallada en madera. Ludwig
tiene las orejas tapadas con cera de abejas. Beethoven no la necesita, pero Van
sí; a veces logra quitársela, por eso está sordo de un oído. El hombre utiliza
cera y adicional usa orejeras muy acolchonadas. El ritmo de la marcha lo
determina un metrónomo. Hace unas horas debieron correr por varios minutos
huyendo del ruido de las piedras que corta la carne por dentro sin necesidad de
abrir la piel. El hombre saca de un tubo de cuero unos papeles enrollados. En
la primera hoja se puede leer The hum map. El resto son pentagramas musicales
tanto en dirección horizontal como en dirección vertical creando un entramado
de meridianos numerados según la latitud y la longitud. La mayoría de símbolos son
notas musicales son redondas, negras y blancas. El hombre saca de su grueso
gabán de cuero desgastado un diapasón, lo eleva y corrobora que el lugar donde
se encuentran es una zona segura donde habita el silencio. Ahí podrán acampar y
pasar la noche. Para levantar la tienda primero debe asegurar el piso sobre el
que dormirá. De otro bolsillo de cuero saca doce cuerdas de un piano y 24
diapasones pequeños. Clava los diapasones en la nieve de manera paralela y
simétrica para lograr una trama en el centro del cruce donde levantará la
tienda. La tienda es levantada en tres capas. La primera es de vela de barco,
la segunda es de lana de oveja sin curtir y la exterior es de cuero de venado
con el que fabrican los tambores. Pero primero debe alimentar a su familia.
Busca una superficie congelada. A medida que pisa sobre el hielo se producen
ondas desiguales debido a su cojera. De su bolsillo saca una lámina de sílex
que al quebrarse despacio en la distancia exacta a la superficie abre un
agujero por el que puede salir un pez. La tripa de cordero usada para la pesca
se templa un poco por fricción contra el borde del agujero y se empieza a
rasgar de manera suave pero con dedos rápidos hasta que el pez se sienta
atraído al efecto péndulo del cebo y lo muerda. Para la fogata se debe usar
madera hueca o trozos de canela con aceite de sirena. Para encenderlo se usan
pequeñas piedras de pedernal que hayan hecho parte de un litófono. Se chocan
las piezas en la misma frecuencia en que vibra el fuego hasta que este surge de
la madera. Después de amarrar con una cuerda de violonchelo a Ludwig unida a un
mástil del mismo instrumento enterrado en la nieve, Mozart lo cubre con una
capa de lana. Para sellar la tienda por dentro se usan dos cuerdas de guitarra
que se cruzan alrededor de la abertura que hace la puerta sobre las tres capas.
Una vez adentro el hombre se quita las orejeras, los tapones de cera, los de él
y los de Van. Beethoven camina hasta la mitad de la carpa y dice:
— Tengo
que hablar con ustedes dos. No podemos seguir así.
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