viernes, 18 de febrero de 2022

ELEPÉ

ELEPÉ


Mozart y su familia continúan la huida hacia los antiguos cementerios de las voces muertas. Lo acompañan sus únicos tres hermanos: Ludwig, su caballo blanco de gran montura. Van, su perro. Y Beethoven, un loro siberiano que va parado sobre las ancas de Ludwig. Todas las patas del caballo están recubiertas con lana virgen. Van cojea un poco y sobre el ojo derecho una cortada le ha alcanzado a rosar la retina. Beethoven tiene un ala lastimada y no ha dicho ni una palabra en todo el camino. La bota de Mozart es de cuero, y están llenas de surcos o canales en múltiples direcciones como si un comején se hubiera ocupado sólo de la superficie. Cada paso que da el hombre es pausado, intenta ser más liviano que su delgadez. Viene huyendo de un sonido mortal que produce el choque de las piedras al caer hacia adentro La semana pasada las voces secas de los espantapájaros que tributaban la sed de los desiertos lo hicieron huir de su aldea. Su cantimplora de la voz está rota y pronto anochecerá. En vez de pierna derecha, de la rodilla hacia abajo, es una canilla tallada en madera. Ludwig tiene las orejas tapadas con cera de abejas. Beethoven no la necesita, pero Van sí; a veces logra quitársela, por eso está sordo de un oído. El hombre utiliza cera y adicional usa orejeras muy acolchonadas. El ritmo de la marcha lo determina un metrónomo. Hace unas horas debieron correr por varios minutos huyendo del ruido de las piedras que corta la carne por dentro sin necesidad de abrir la piel. El hombre saca de un tubo de cuero unos papeles enrollados. En la primera hoja se puede leer The hum map. El resto son pentagramas musicales tanto en dirección horizontal como en dirección vertical creando un entramado de meridianos numerados según la latitud y la longitud. La mayoría de símbolos son notas musicales son redondas, negras y blancas. El hombre saca de su grueso gabán de cuero desgastado un diapasón, lo eleva y corrobora que el lugar donde se encuentran es una zona segura donde habita el silencio. Ahí podrán acampar y pasar la noche. Para levantar la tienda primero debe asegurar el piso sobre el que dormirá. De otro bolsillo de cuero saca doce cuerdas de un piano y 24 diapasones pequeños. Clava los diapasones en la nieve de manera paralela y simétrica para lograr una trama en el centro del cruce donde levantará la tienda. La tienda es levantada en tres capas. La primera es de vela de barco, la segunda es de lana de oveja sin curtir y la exterior es de cuero de venado con el que fabrican los tambores. Pero primero debe alimentar a su familia. Busca una superficie congelada. A medida que pisa sobre el hielo se producen ondas desiguales debido a su cojera. De su bolsillo saca una lámina de sílex que al quebrarse despacio en la distancia exacta a la superficie abre un agujero por el que puede salir un pez. La tripa de cordero usada para la pesca se templa un poco por fricción contra el borde del agujero y se empieza a rasgar de manera suave pero con dedos rápidos hasta que el pez se sienta atraído al efecto péndulo del cebo y lo muerda. Para la fogata se debe usar madera hueca o trozos de canela con aceite de sirena. Para encenderlo se usan pequeñas piedras de pedernal que hayan hecho parte de un litófono. Se chocan las piezas en la misma frecuencia en que vibra el fuego hasta que este surge de la madera. Después de amarrar con una cuerda de violonchelo a Ludwig unida a un mástil del mismo instrumento enterrado en la nieve, Mozart lo cubre con una capa de lana. Para sellar la tienda por dentro se usan dos cuerdas de guitarra que se cruzan alrededor de la abertura que hace la puerta sobre las tres capas. Una vez adentro el hombre se quita las orejeras, los tapones de cera, los de él y los de Van. Beethoven camina hasta la mitad de la carpa y dice:

 

— Tengo que hablar con ustedes dos. No podemos seguir así.


lunes, 18 de octubre de 2021

 


Hay fuego en la S93: Un pequeño homenaje a Guillermo Lemos[1]

 Parte I

 

No tenía conciencia plena de los personajes creados por el escritor caleño Andrés Caicedo hasta que en redes sociales me crucé con un perfil con el nombre de Guillermo Lemos, en un principio creí que se trataba de uno de los tantos perfiles que crean en honor a personajes sacados de la ficción. Hasta que me envió un mensaje al Messenger sobre técnicas para desdoblar el cuerpo por una publicación que había hecho desprevenidamente en mi muro de Facebook. En un principio creí que se trataba de una broma. Que un personaje de la ficción se contactara conmigo me parecía digno de un cuento, así que decidí seguirle la corriente. Su nombre me remitía al escritor caleño de quien había leído rápidamente dos de sus obras; Que viva la música y El Atravesado. Tenía un vago recuerdo de un Guillermo que era nombrado en alguna parte de la obra del escritor caleño, pero no daba con la obra ni menos con la página. Y en el caja de conversación no pude resistir le pregunta que sentía tenía que hacer. “Guillermo Lemos Ruiz, ¿ese es su verdadero nombre o lo usas como seudónimo?”. Esperaba la respuesta obvia, pero la sorpresa fue inmediata: “Es mi verdadero nombre y soy el amigo de Andrés Caicedo. Yo tengo 53 años y a mi edad uno no anda emulando personas.” De modo que me entero el 5 de julio de 2012 que Guillermo Lemos es un personaje real, que Andrés Caicedo le dedicó El atravesado, el cual fue borrado en posteriores ediciones por la censura. En un pasaje nombra a un personaje Guillermo Tejada “El 26 de febrero prendimos la ciudad de la Quince para arriba, la tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se olvida. Que di piedra y me contestaron con metralla.” Entonces, un nuevo universo se abre ante mi curiosidad por retomar las lecturas de Andrés Caicedo e investigar sobre la obra del promiscuo escritor. De modo que Guillermo Lemos si existía. Claro, los documentales donde aparecía él, su fisonomía era distinta, un despojo de la rumba pesada de los 70, 80 y 90, y un sobreviviente de tanta droga. De la época que marcó un antes y un después en la historia de Cali y del país. Luego de corroborar que sí era él y llevado por una nueva admiración a Andrés Caicedo le solicité una cita a Guillermo Lemos. Sorpresa me llevé cuando me dijo que vivía actualmente en Jamundí; contrario al video donde afirmaba que había vivido muchos años en el barrio San Fernando, en Cali, y donde esperaba también morir.

 

El 10 de septiembre 2019 me entero que Guillermo Lemos ha fallecido. Busco entre mis viejos archivos aquella grabación que quedó como testimonio de la visita donde se convino una larga introducción de Guillermo leyendo de su propia voz algunos fragmentos de Que viva la música y El atravesado. Inevitablemente, habla de su amistad Andrés Caicedo y del grupo de Cali. En ese momento no tengo ni idea de lo que busco con aquella visita y grabar una conversación. Pero Guillermo es muy elocuente y muy generoso para hablar. Como habíamos acordado, llevé café para preparar y una cajetilla de Piel Roja; me siento como el personaje de Ricardito El Miserable trayendo drogas de Estados Unidos. El apartamento queda en un primer piso. Adentro nos recibe la madre de Guillermo, que nos saluda muy afable. Varios jóvenes entran, salen, comentan. Hay una mascota de la que todos están pendientes que no se vaya a salir porque el gato de la unidad residencial se lo puede comer; es un pollo. El computador es blanco, de los de cola, o “cabezones”. Nos sentamos en una pequeña sala. Guillermo enciende su computador con software actualizado. Entra a Google maps, ubica a Cali y me muestra la ruta de Caicedo, en sus dos versiones. Una que se hace hacia el sur, la otra hacia el norte. Toma su libro de Que viva la música, marcada con infinidad de separadores de todos los colores. Y empieza a hacer una lectura desde donde empieza la ruta de Caicedo, o dónde Guillermo quiere empezarla: en el antiguo parqueadero de El Sears, actual centro comercial La Pasarela.

 

En aquella época mi formación académica no pasaba más allá 5 semestres fallidos de arquitectura en la U. del Valle. Un primer premio de poesía y una admiración que no diferenciaba entre la ficción y la realidad por la obra de Andrés Caicedo, no separaba (aún me cuesta) a este autor de su obra. Y en un tiempo todo lo que oliera, supiera, oyera a Andrés Caicedo me empezó a interesar más. En esta visita a la casa de Guillermo Lemos no digo mucho, menos que nada, escucharlo hablar es un deleite, su discurso es un regreso en el tiempo. Habla de todo un poco. Habla como si nos conociéramos hace marras. Su madre habla fuerte, pregunta por el pollo, reprende a uno de los jóvenes que no para de salir y entrar. No para de pasar fotos antiguas y modernas comparando la Cali antes del narcotráfico con la actual. Con los fantasmas de la Cali que vivió Andrés y con los monstruos de la Cali actual. No se despega de sus dos ejemplares. El y su hermana Clarisol están desperdigados por varios textos de Andrés. En ese momento ingresa una llamada por Skype, es una de las hermanas de Guillermo, en ese momento detengo la grabación. En esa hora han desfilado varias tazas de café y varias cajetillas de cigarrillo cuya ceniza se dispersa por encima del teclado, en los vasos acumulados, sobre el piso, sobre la camisa de Guillermo hasta que él se para y nos pide que sigamos con la conversación afuera. Vamos al lado de la piscina donde en ese momento no hay funcionamiento. Carga en su bolsillo una nueva cajetilla de cigarrillos y se lleva un vaso de café a rebosar.

 

En un momento en que estamos en su sala, antes de salir, le entrego un cuento que escribí hace poco. El cuento titula AC/DC, es en homenaje a Caicedo. Es mi primer cuento publicado en la revista literaria Lexikalia, de la Universidad del Valle. Un intento de antídoto para la prosa caicediana. Guillermo mira el título. Lo relaciona con los vórtices de energía y trae a colación una creencia que tenía Andrés sobre el tema. La charla continúa al lado de la piscina de la unidad residencial. La conversación de Guillermo es fluida, sin tapujos ni tabúes. Después de 6 años caigo en cuenta que no todo lo que dice en la grabación es pertinente y debo cortar una parte del audio. En un momento Guillermo se calla y mira nuestra cara de sorpresa: “¿Qué pensás hacer con eso?”, me pregunta Guillermo con cara de preocupación. Yo le explico que todo parte de una idea que tuve sobre una crónica que decidí hacerle a un habitante de Dagua que es muy peculiar: Tiberio Ossa[2]. Pero me engaño, hasta ese momento no tengo ni idea que haré con esa grabación.  

 

A la salida de la unidad recuerdo aquella crónica que leí escrita por un asistente a la ruta de Caicedo. “Verlo a él es como ver a Andrés Caicedo”. Una crónica que no volví a leer más para recordarla. Saco de mi maletín un ejemplar de Calicalabozo, el único libro donde se nombra a un tal Lemos que publicó a los 16 una extensa novela sobre un par de niños que conocen el amor a través de la Benzedrina. Le digo a Guillermo que por favor lo firme: “Para Saúl, con la misma admiración con que lo haría Andrés”. Guillermo Lemos. Siento que un mismo personaje está firmando el libro para que el mundo de Andrés se siga sosteniendo en pie. Debía ser Guillermo el que lo firmara porque a Andrés no le gustaba firmar sus libros. Fue la última vez que vi a Guillermo con vida. En los años que transcurrieron hablé un par de veces más por Messenger, preguntando algunas cosas banales, lo llamé un par de veces preguntando por su salud y sus memorias, pero poco a poco Guillermo se fue apagando. Paulatinamente, dejó de contestar los mensajes hasta la fatídica noticia de su deceso.

 

En total son dos horas y media de grabación, dividido en 4 audios editados. Una parte de la conversación versa un poco sobre la literatura y la escritura. Guillermo me da uno de mis primeros consejos en el campo de la escritura. Un consejo interesante pero que no deja de inquietarme. El personaje de Guillermo Lemos me dice: 

 

Cuando tú trabajas con literatura y trabajas un personaje, el personaje empieza a hablar contigo. Cuando proyectas al personaje y el personaje empieza a hacerte sugerencias. Léase un libro que se llama “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, es una obra de teatro, cuando los personajes se te presentan y comienzan a hablar. Los personajes le hablan, cuando usted es escritor y le hacen sugerencias; “yo soy así, a mí me gusta eso, esto que vas a poner no soy yo, yo soy así” Crean en un mundo paralelo donde ellos son reales y te hablan. Los personajes mismos se te rebelan y te empiezan a dar pautas. Si vas a cultivar la parte de la prosa te vas a dar cuenta que como crees un personajes, como empecés a fórmalo él se termina de formar. Rudyard Kipling hablan de un personaje que se llama el Daimon, el Demonio, y el da pautas para escribir, para escribir búscate la pluma más aguda, consíguete un rapidógrafo, un micropunta y en tinta y verás cómo mejoras, cómo centras toda tu mente en la punta (…) De ahí viene la palabra stilus, del estilete, de la punta fina. Ese Daimon se apodera de tu mente y él utiliza todo lo que vos no utilizás, él tiene los cajones de todo tu subconsciente y los comienza a abrir, comienza a trabajar. El detalle de la inspiración es real. Vos te sitúas en un plano, en un punto de concentración. Uno no busca el silencio del Himalaya, nunca lo vas a encontrar, ahora lo podés crear con un fondo musical si hay mucho ruido. Y sobre todo no ser interrumpido que es lo que a mí me quita de la concentración. Porque para calentarte necesitas un tiempo, pero una vez te calientas comienza la producción. Y una vez comienza la producción comienzas a trabajar vertiginoso porque ya el Daimon se despierta y comienza a escribir el Daimon. Crea el personaje y verás que el Daimon es tenaz, y vas a ver que ese es tu mejor amigo, ese demoniecito.            

 

Esta parte de la conversación publicada en audio no pretende ser la panacea en temas que no se hayan tocado ya en la infinidad de información disponible en múltiples formatos. Pretende ser, como lo indica el título, un simple homenaje. Ojalá, alguien encuentre o descubra algo nuevo en estos audios que se irán publicando periódicamente.  Miro en retrospectiva todos aquellos que han hecho parte del círculo de Andrés Caicedo. Poco a poco han ido partiendo hacia el parque de las piedras donde siguen esperando a los que faltan. Andrés Caicedo, Carlos Tofiño, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Guillermo Lemos. Mientras los vivos le ponen una cita a la muerte, los ya idos se reúnen en la misma  (t) rumba con Andrés; hay fuego en la S93.

Clic aquí para escuchar el audio (Parte I):

https://drive.google.com/file/d/13VKUpR5Gi0Yyj6ftOP9_yj4UQY_X-cE-/view?usp=sharing



[1] Crónica a partir del encuentro con Guillermo Lemos realizada el 25 de abril de 2015

[2] “El papá de Ércules”, crónica publicada en la revista Lexikalia, de la Universidad del Valle.


viernes, 15 de octubre de 2021

 

¿Para qué un magazín cultural?

 


 

El magazín cultural Tren de Papagayos nace como una idea virtual en el 2019, primero sustentado en un blog personal donde se compartían textos y material vinculado con el campo de la literatura de manera muy general pero de producción propia. En vista de que ha habido una preocupación por fomentar la lectura en el municipio y promover proyectos escriturales se crea este magazín con el fin de darle una respuesta a las distintas inquietudes literarias de las generaciones venideras que están creciendo con hábitos lectoriales y que en algún momento sentirán una necesidad o una inclinación, casi que natural, de escribir. Este tipo de referentes cumplirán un papel importante en los futuros escritores o periodistas que encuentren en Dagua proyectos y trabajos en torno a la investigación y las letras.

 No han sido pocos los intentos y esfuerzos por intentar sostener un periódico o una revista cultural en el municipio de Dagua. La revista es un medio editorial de difusión, su temática puede ser variada o monotemática como en este caso. El tema prioritario es la literatura con un enfoque cultural, con la posibilidad de incluir otros temas donde el mecanismo de estudio sea la palabra y cuyo objetivo sea la memoria. En la monografía de Dagua, de Guillermo Becerra, hay una página donde hace un breve recorrido por algunos títulos de periódicos o revistas que existieron en el municipio: periódico Ecos del Dagua (1924), periódico Luz y Sombra (1928), periódico La Batalla (1939), periódico La Pantalla (1956), periódico El Dagüeño (1956), periodico El Roble (1986), periódico La Opinión (1987), periódico Ecos del Dagua (1987), periódico La Pizarra (1991), informativo El Limonareño (s.f.), informativo El Queremal (s.f.), revista cultural El Dagüeño (1995), dirigida por Guillermo Becerra Collazos.

 Tren de Papagayos es la unión de dos elementos referentes históricos para el municipio. El tren, cuyo trazado constituyó un elemento fundacional del municipio. Papagayos, que derivó uno de los primeros nombres que tuvo el municipio antes de consolidarse como casco urbano: “Papagayeros”. “Papagayeros”, según la tradición oral, fue un error de pronunciación de un extranjero que designó este nombre al intentar decir “papayales”. Según los referentes históricos, era el nombre de una extensa hacienda que pasó por diferentes dueños de familias prestantes como el alferazgo de la familia Caicedo, de Cali. Con este nombre se bautizó a los nativos asentados en aquellas tierras y de cuya cultura se tiene poca o nula información. Se tiene idea que practicaban la alfarería y labraban el oro. En entierros funerarios descubiertos se han encontrado figurillas humanoides donde la vestimenta se complementa con aves en la cabeza, aves muy similares a las guacamayas. No hay una fuente fehaciente que explique la razón de este nombre y el por qué de su aplicativo al territorio inhóspito entre Cali y Buenaventura en el siglo XVIII. Frente a este término “Papagayeros” se propondrá un estudio a futuro.

 La literatura y la memoria cultural en el municipio han sido muy tenue y de poca, poquísima difusión. Los actuales medios de difusión virtual y digital permiten que los trabajos autogestionados lleguen a todo tipo de público. En este caso, Magazín cultural Tren de Papagayos apunta a ser una revista virtual trimestral producida desde Dagua y todo su espectro temático que pueda expresarse en un código literario o periodístico. También, apunta a poder ser una revista impresa y autosostenible económicamente con estrategias como la pauta publicitaria o un aporte simbólico para invertir en la impresión de pequeños tirajes. Dagua es una meca literaria, un territorio por explorar desde todas las posibilidades de las letras. Como decía Efraín en María: “…en el Dagua es donde con toda propiedad puede decirse que no hay imposibles”.  

LINK DE DESCARGA AQUÍ:
https://drive.google.com/file/d/1JWlK7qE321tCSr5zrMn2Xn0QBZ8PPgnJ/view?usp=sharing

lunes, 23 de noviembre de 2020

En tierra, el pájaro olvida cantar - Palabras para la poeta Luisa Fernanda Trujillo


Llegué tarde a la presentación de la poeta colombiana. No me enteré a tiempo que hace más de 4 años había empezado un diálogo con la muerte. Siento necesario leer alguno de sus primeros poemas publicados en su perfil de Facebook. Los primeros, aún sin título, como huérfanos esperando un número de vuelo. A partir del 2010 sus poemas empiezan a anidar en publicaciones, revistas o antologías. Leyendo sus primeros textos me asalta la inquietud de si su diálogo con la muerte empezó mucho antes. Nuestra Poeta es hija de una Colombia convulsa en los años 60. La Colombia convulsa por su historia trágica y su política bipartidista. Sus letras también son herederas de esta época; de la violencia y de la guerra. ¿Será que todos empezamos a morir una vez empiezan a vivir nuestras letras y las echamos a andar? ¿Será que todos somos herederos de un trozo de muerte cultivada en un país y nuestra misión literaria es irla sacando poco a poco de adentro en la catarsis de las letras? Su poesía va desde los temas universales desplegados sobre un lenguaje limpio hasta la imagen precisa y concisa de un pájaro que fallece sobre el regazo de una ventana. Siempre, siempre habrá pájaros desperdigados como estrellas guías en sus poemarios.

En su primer poema publicado como nota en su perfil de Facebook reza el primer verso:Entre las ramas de los árboles / amanece el gris perlado. Es el preámbulo de un inicio, el inicio del día y cuando termina. Este primer poema no tiene título. Es un poema con una imagen que amanece entre los árboles con rocío. Tema e imagen que retomará en su segundo libro con el poema Esbozo. Sus escritos penden de cuatro grandes hilos estructurantes de su obra: La vida, la muerte, la ciudad y el amor. La vida y la muerte porque sus inquietudes literarias, inculcadas por sus padres, la llevaron desde muy joven a dialogar con aquel contexto convulso. Siempre supo que tenía algo que escribir, algo que enseñar y algo que informar. Y lo hizo: como poeta, docente y periodista. La ciudad, en ella suceden los diálogos íntimos entre la muerte y la vida cuando se encuentran en una esquina. El amor es el tema predominante de su último poemario; y el amor es una manera de empezar un viaje. “La poeta murió en paz y de forma serena haciendo frente al nuevo viaje que inicia”, decía el anuncio de su partida.

Primero enfermó de poesía, y la poesía como la enfermedad también es un diálogo entre la vida y la muerte. El pájaro cuando está en la tierra no canta y a la poeta no le gustaban las alturas ni viajar en avión. ¿Y cómo vencer a la muerte con la poesía? ¿Se puede salir vivo de ella? Mientras avanzo en su obra los títulos de sus libros parecen el preámbulo de una despedida, o mejor, de una promesa de regreso, como la costumbre de nuestra raza urbana o como un “por si acaso”: De soslayo, prendada (2010), Trazo en sesgo la noche (2012), En tierra, el pájaro olvida cantar (2017) y Mí por siempre jamás (2019). El segundo está disponible en línea. De este libro, Pasos es un bello poema que encierra esa tradición de creer que la persona que está próxima a morir empieza a recoger los pasos. Creencia que encierra en el fondo la idea de la circularidad, y tal vez de la inmortalidad; visitar los mismos lugares, frecuentar las mismas personas, decir las mismas cosas, llorar los mismos muertos que nos han acompañado: Recoger los pasos caídos en los años / Recuperar sus huellas del olvido /  sacudirles el polvo que dejó el anhelo /  Encontrarlos en vida, añejos no perdidos / Devolverles la inmortalidad de espejo / que la savia de un beso puede darles / Sacar del ropero un traje a su medida / Vestirlos / no sea que la muerte llegue.  En su último poema Ronroneo, del mismo libro, relaciona aquel acto de la cotidianidad de cocinar con el acto de despedida: preparo omelettes /  salteo recuerdos como quien / prepara una cena a la despedida.

 Leer a Fernanda Trujillo es encontrase con un lenguaje erótico que dice sin decir y que esconde lo evidente: regada su simiente / en cada encuentro / germina / en mi boca. También, su mirada es un ojo avizor sobre los detalles urbanos, en un detalle lo dice todo: en una calle / un niño hace viejos los zapatos de caminar / descalzo. Y en pocas palabras dice lo que deseamos muchos mortales; manipular y eternizar el tiempo: doblamos el tiempo / lo hicimos superficie / sin vértices / ni abismos.

¡Poetisa!: ¿Has vencido a la muerte o la muerte ha sido el triunfo? La muerte es el objeto a quien la extensión de tus letras le ha dado vida. Le cantaste sin miedo a un destino pero te inmortalizaste en cada voz viva que vuelve a tu obra. Ahora somos nosotros los pájaros que cantamos tu eternidad. No es el 20 de agosto de la pandemia tu fin, es tu regreso. Has vuelto a cantar entre las ramas de los árboles como un amanecer gris y perlado. Ahora, sin miedo a volar en paz.

domingo, 8 de noviembre de 2020

El coleccionista intangible y su banda sonora

 



El coleccionista intangible: relatos salseros y poemas del guaguancó, es la ópera prima del poeta y compositor colombiano John Alexander López. El libro, compuesto por 14 relatos y 4 poemas, es una iniciativa apoyada por La convocatoria por las artes y la cultura y la Alcaldía de Santiago de Cali, Colombia. 

El coleccionista intangible es el relato que da título a esta propuesta literaria y es el mejor logrado a nivel literario de toda la obra. Aristóbulo Macabeo es el Borges de la música salsa. Es un coleccionista compulsivo de elepés, acción que termina convirtiéndolo en un solitario acumulador tratando de encontrar en cada vinilo la música suficiente para intentar llenar el vacío que ha dejado el fallecimiento de su madre, Arlynda Macabeo, una de las primeras mujeres que llegó a tener la colección más grande de música en formato elepé y sabía más de salsa que su esposo. La música que lo acompaña en acetato por toda la casa le profetiza la inminencia de la muerte. Esta escena es tal vez la imagen de la preciosa muerte de un coleccionista abrazado a un recuerdo. Patenqué es el relato de un hombre que decide abandonar sus estudios de piano clásico y aplicar sus conocimientos en una orquesta de salsa, con lo que logra demostrarle a su padre el talento de tocar y dirigir. En Relato de una gata, un hombre hospitalizado da señales de estar consiente tocando el acorde de su vida con la mano izquierda. Conjunto Cásico, famosa y tradicional orquesta creada en New York, en 1979, aparece referenciada en Yo conocí a los Rodríguez; una noche de toque un hombre llega e interrumpe a un grupo de famosos músicos, lo hace porque alega que aquella canción que están tocando le falta un pedazo y lo hace porque él es descendiente de aquella familia de reconocidos músicos que fundaron dicha agrupación. Acto seguido, el jibarito empieza a narrar el éxodo de su familia hacia Colombia, la separación de cada uno y la pérdida del contacto. En Memorias de la octava una joven, hija de una madre coleccionista de noches y canciones de carnaval, se ha convertido en una coleccionista de recuerdos. El dilema está en si quiere de verdad seguir el legado de su madre. La guajira es un tipo musical de la salsa, una de las canciones que sobresale es la intitulada Once y trece, de Clandeskina Orquesta. Canción a partir de la cual el escritor crea su texto titulado Relato de una guajira. Una de las técnicas literarias empleadas por el escritor es el uso de personajes reales trasladados al relato y convertidos en personajes de ficción; ese es el caso de los relatos Yo conocí a los Rodríguez y La fiesta de los poetas. En Cuba linda se narra la promesa de regresar a La Habana y sembrar una rosa blanca en julio como en enero. En Cha cu chá: El drama de la semilla hay el planteamiento de una pregunta: ¿Quién es el referente universal de los maraqueros? En el poema Si me esperan hay una estrofa que podría llegar a ser la semilla de todo lo que se ha logrado concebir en este libro de letras músico-literarias: Honorífica lontananza / llévame hasta le génesis de tu recuerdo, /  hacia el primer sonido / que la semilla escuchó. El poema es una invitación a la fiesta de la eternidad.  

 El autor recurre a herramientas narrativas de la oralidad y de la jerga salsera. Este homenaje a la salsa nos invita a descubrir qué es un cuero desnudo, un pregón, un tambor hembra. O quién es Cachao, Cándido, Rolando, Felipe Pirela. O dentro de este contexto literario qué pueden significar frases como “cógelo suave que no es merengue”, “hay fuego en el 23”, “el buen ebrio vuelve a casa”. O a qué instrumentos se les nombra como tres, bongo, marimbula, güiro. El lector en cada línea se cruzará con un coleccionista, un maraquero, un compositor, una musa, un músico o un fragmento de canción que podrá halarle la sangre a los orígenes de la semilla musical que nos palpita por dentro.

 Quienes promulgamos una fe religiosa por un género musical como el rock, el vallenato o la cumbia estamos ante una propuesta literaria de semillas comunicantes entre la literatura y la música, en este caso entre la música salsa, el relato y el poema. Hablar de salsa, en este caso, es caer en una generalidad clasificatoria de la música antillana o afrocubana; tiene tantas subdivisiones como el vallenato, el rock o la música andina. A lo largo de 81 páginas se menciona el montuno, la guajira, la guaracha, la pachanga, el son y otros tipos musicales. Este libro se puede escuchar a partir de los referentes musicales que plagan todos los relatos. Al final el autor ofrece una lista de canciones por cada relato y poema; lo que permite realizar una nueva lectura que resignifique y profundice el nivel literario de la obra. Es un buen desafío para los pocos conocedores del género y un son de 14 estrofas para los que tienen la clave. 

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

RADIO Y LITERATURA* 


La radio,

la caja mágica,

la caja de los sueños,

de la fantasía,

de la memoria.

LA CAJA.


 

En la caja de la memoria existen historias de vidas consagradas a este medio. Vidas que tal vez han encontrado la inmortalidad y como en una caja china han encontrado dentro de la radio otra radio en ondas de palabras y dentro de esta una onda de circunferencia infinita.  

 El escritor Ricardo Bada nos dice en el conmovedor artículo publicado en el periódico El Espectador:

 

«Desde el 17 de octubre de 1954 hasta el 31 de diciembre de 1999 le he dedicado a la radio 45 años, dos meses y catorce días de mi vida. Tengo implementada, pues, en mi disco duro, una deformación profesional que me hace ver (oír) radio hasta cuando el soporte lo impediría físicamente: en las páginas de un libro.»

 Y ha sido dentro de las páginas de un libro donde ha encontrado la inmortalidad de la radio, donde esta es más que un simple mueble de la ficción. Han sido varias las obras en las que el escritor ha hallado la importante participación de este aparato dentro de la trama, unas veces como el elemento que contextualiza a nivel histórico la narración o en otras donde su aparición y función complementan el desarrollo de la trama. Ejemplos son:

 

La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa

Cambio de luces, de Julio Cortazar

Boquitas pintadas, de Manuel Puig

La guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez

Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, de Albalucía Ángel

 En la caja de la palabra existe la poesía y la frase poética, elementos al parecer condenados a estar separados. La radio puede ser un canal para la poesía y esta puede poetizar la radio; no son temas excluyentes el uno al otro. La periodista colombiana Simona Sánchez va más allá de la re-significación y define a la radio como un acto poético en sí mismo:

 

« ¿Y qué es la radio si no es poesía? Yo no concibo la radio sin poesía. Así como no concibo la música sin silencio. ¿Cómo no hacerle un homenaje a la palabra cada vez que un micrófono está encendido? ¿Cómo no susurrar palabras dulces cuando desde cualquier lugar del mundo alguien te está escuchando en el ritual más personal anclado a un par de audífonos? ¿Cómo no pensar antes de hablar y buscar que las palabras encuentren su cauce y fluyan como ríos sonoros que lleven a algún mar al pensamiento de quien escucha? ¿Cómo no hilar las historias, hilar las canciones, hacer más preguntas que respuestas, charlar con la mente del otro, escuchar su silencio y percibir su reacción cada vez que le pones play a una canción?»

 La caja compañera. A veces los oficios o las situaciones de confinamiento o desplazamiento convierten a la caja sonora en la única compañía. Se atesora como la voz de la conciencia o con la firme convicción de que alguien al otro lado del silencio también nos escucha. El poeta y dramaturgo Bertolt Brecht dedica unos versos AL PEQUEÑO APARATO DE RADIO:

 

Cajita con la que cargué cuidadosamente en mi huida

de casa al barco y del barco al tren

para que sus lámparas tampoco se me rompiesen

y mis enemigos no dejaran de hablarme

 

en la cabecera de la cama y con gran dolor mío

de sus victorias y mis penalidades

cerrando la noche y empezando la madrugada:

¡prométeme no enmudecer nunca de repente!

 El poeta chileno Cristián Warnken Lihn habla en su poema de la inmortalidad y de las capacidades de la caja para ser un médium que conecte lo terrenal con la eternidad, lo finito con lo infinito:

 

“Me gustaría que estas palabras

fueran señales de radio de onda corta

emitidas hacia la nada

y que las escucharas tú

y que despertaras de esa nada

y recordaras que fuiste.

¿Podrás responderme

a la velocidad de la luz

de la muerte?”

 La radio, que ya no es mágica, no es la fuente de los sueños ni de la fantasía ni de la memoria. La caja que ya no es caja sino CAJA DE PANDORA ha inmortalizado a la literatura y la literatura la ha inmortalizado. Siempre quedará adentro una palabra que tal vez nunca escuches o no comprendas. Irá por tu interior como una honda recorriéndote al fin de extremo a extremo y no se detendrá ni cuando mueras ni cuando sea el origen de los tiempos.

William Shakespeare decía que estamos hechos de la materia de los sueños, Eduardo Galeano decía que no estamos hechos de átomos, sino de historias. Pero estas historias están hechas de ondas que todavía escuchan unos y sueñan otros. La onda que ha reemplazado al correo físico, al cartero, al estafeta, al mensajero, al chasqui. Pero no ha cambiado el primitivo arte de escuchar y ver el mundo a través de las palabras.

(*Texto leído en la sección TREN DE PAPAGAYOS del programa ENLACE PANDORA transmitido a través de https://tintadeescritores.com/radio-y-chat-online/)