lunes, 18 de octubre de 2021

 


Hay fuego en la S93: Un pequeño homenaje a Guillermo Lemos[1]

 Parte I

 

No tenía conciencia plena de los personajes creados por el escritor caleño Andrés Caicedo hasta que en redes sociales me crucé con un perfil con el nombre de Guillermo Lemos, en un principio creí que se trataba de uno de los tantos perfiles que crean en honor a personajes sacados de la ficción. Hasta que me envió un mensaje al Messenger sobre técnicas para desdoblar el cuerpo por una publicación que había hecho desprevenidamente en mi muro de Facebook. En un principio creí que se trataba de una broma. Que un personaje de la ficción se contactara conmigo me parecía digno de un cuento, así que decidí seguirle la corriente. Su nombre me remitía al escritor caleño de quien había leído rápidamente dos de sus obras; Que viva la música y El Atravesado. Tenía un vago recuerdo de un Guillermo que era nombrado en alguna parte de la obra del escritor caleño, pero no daba con la obra ni menos con la página. Y en el caja de conversación no pude resistir le pregunta que sentía tenía que hacer. “Guillermo Lemos Ruiz, ¿ese es su verdadero nombre o lo usas como seudónimo?”. Esperaba la respuesta obvia, pero la sorpresa fue inmediata: “Es mi verdadero nombre y soy el amigo de Andrés Caicedo. Yo tengo 53 años y a mi edad uno no anda emulando personas.” De modo que me entero el 5 de julio de 2012 que Guillermo Lemos es un personaje real, que Andrés Caicedo le dedicó El atravesado, el cual fue borrado en posteriores ediciones por la censura. En un pasaje nombra a un personaje Guillermo Tejada “El 26 de febrero prendimos la ciudad de la Quince para arriba, la tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se olvida. Que di piedra y me contestaron con metralla.” Entonces, un nuevo universo se abre ante mi curiosidad por retomar las lecturas de Andrés Caicedo e investigar sobre la obra del promiscuo escritor. De modo que Guillermo Lemos si existía. Claro, los documentales donde aparecía él, su fisonomía era distinta, un despojo de la rumba pesada de los 70, 80 y 90, y un sobreviviente de tanta droga. De la época que marcó un antes y un después en la historia de Cali y del país. Luego de corroborar que sí era él y llevado por una nueva admiración a Andrés Caicedo le solicité una cita a Guillermo Lemos. Sorpresa me llevé cuando me dijo que vivía actualmente en Jamundí; contrario al video donde afirmaba que había vivido muchos años en el barrio San Fernando, en Cali, y donde esperaba también morir.

 

El 10 de septiembre 2019 me entero que Guillermo Lemos ha fallecido. Busco entre mis viejos archivos aquella grabación que quedó como testimonio de la visita donde se convino una larga introducción de Guillermo leyendo de su propia voz algunos fragmentos de Que viva la música y El atravesado. Inevitablemente, habla de su amistad Andrés Caicedo y del grupo de Cali. En ese momento no tengo ni idea de lo que busco con aquella visita y grabar una conversación. Pero Guillermo es muy elocuente y muy generoso para hablar. Como habíamos acordado, llevé café para preparar y una cajetilla de Piel Roja; me siento como el personaje de Ricardito El Miserable trayendo drogas de Estados Unidos. El apartamento queda en un primer piso. Adentro nos recibe la madre de Guillermo, que nos saluda muy afable. Varios jóvenes entran, salen, comentan. Hay una mascota de la que todos están pendientes que no se vaya a salir porque el gato de la unidad residencial se lo puede comer; es un pollo. El computador es blanco, de los de cola, o “cabezones”. Nos sentamos en una pequeña sala. Guillermo enciende su computador con software actualizado. Entra a Google maps, ubica a Cali y me muestra la ruta de Caicedo, en sus dos versiones. Una que se hace hacia el sur, la otra hacia el norte. Toma su libro de Que viva la música, marcada con infinidad de separadores de todos los colores. Y empieza a hacer una lectura desde donde empieza la ruta de Caicedo, o dónde Guillermo quiere empezarla: en el antiguo parqueadero de El Sears, actual centro comercial La Pasarela.

 

En aquella época mi formación académica no pasaba más allá 5 semestres fallidos de arquitectura en la U. del Valle. Un primer premio de poesía y una admiración que no diferenciaba entre la ficción y la realidad por la obra de Andrés Caicedo, no separaba (aún me cuesta) a este autor de su obra. Y en un tiempo todo lo que oliera, supiera, oyera a Andrés Caicedo me empezó a interesar más. En esta visita a la casa de Guillermo Lemos no digo mucho, menos que nada, escucharlo hablar es un deleite, su discurso es un regreso en el tiempo. Habla de todo un poco. Habla como si nos conociéramos hace marras. Su madre habla fuerte, pregunta por el pollo, reprende a uno de los jóvenes que no para de salir y entrar. No para de pasar fotos antiguas y modernas comparando la Cali antes del narcotráfico con la actual. Con los fantasmas de la Cali que vivió Andrés y con los monstruos de la Cali actual. No se despega de sus dos ejemplares. El y su hermana Clarisol están desperdigados por varios textos de Andrés. En ese momento ingresa una llamada por Skype, es una de las hermanas de Guillermo, en ese momento detengo la grabación. En esa hora han desfilado varias tazas de café y varias cajetillas de cigarrillo cuya ceniza se dispersa por encima del teclado, en los vasos acumulados, sobre el piso, sobre la camisa de Guillermo hasta que él se para y nos pide que sigamos con la conversación afuera. Vamos al lado de la piscina donde en ese momento no hay funcionamiento. Carga en su bolsillo una nueva cajetilla de cigarrillos y se lleva un vaso de café a rebosar.

 

En un momento en que estamos en su sala, antes de salir, le entrego un cuento que escribí hace poco. El cuento titula AC/DC, es en homenaje a Caicedo. Es mi primer cuento publicado en la revista literaria Lexikalia, de la Universidad del Valle. Un intento de antídoto para la prosa caicediana. Guillermo mira el título. Lo relaciona con los vórtices de energía y trae a colación una creencia que tenía Andrés sobre el tema. La charla continúa al lado de la piscina de la unidad residencial. La conversación de Guillermo es fluida, sin tapujos ni tabúes. Después de 6 años caigo en cuenta que no todo lo que dice en la grabación es pertinente y debo cortar una parte del audio. En un momento Guillermo se calla y mira nuestra cara de sorpresa: “¿Qué pensás hacer con eso?”, me pregunta Guillermo con cara de preocupación. Yo le explico que todo parte de una idea que tuve sobre una crónica que decidí hacerle a un habitante de Dagua que es muy peculiar: Tiberio Ossa[2]. Pero me engaño, hasta ese momento no tengo ni idea que haré con esa grabación.  

 

A la salida de la unidad recuerdo aquella crónica que leí escrita por un asistente a la ruta de Caicedo. “Verlo a él es como ver a Andrés Caicedo”. Una crónica que no volví a leer más para recordarla. Saco de mi maletín un ejemplar de Calicalabozo, el único libro donde se nombra a un tal Lemos que publicó a los 16 una extensa novela sobre un par de niños que conocen el amor a través de la Benzedrina. Le digo a Guillermo que por favor lo firme: “Para Saúl, con la misma admiración con que lo haría Andrés”. Guillermo Lemos. Siento que un mismo personaje está firmando el libro para que el mundo de Andrés se siga sosteniendo en pie. Debía ser Guillermo el que lo firmara porque a Andrés no le gustaba firmar sus libros. Fue la última vez que vi a Guillermo con vida. En los años que transcurrieron hablé un par de veces más por Messenger, preguntando algunas cosas banales, lo llamé un par de veces preguntando por su salud y sus memorias, pero poco a poco Guillermo se fue apagando. Paulatinamente, dejó de contestar los mensajes hasta la fatídica noticia de su deceso.

 

En total son dos horas y media de grabación, dividido en 4 audios editados. Una parte de la conversación versa un poco sobre la literatura y la escritura. Guillermo me da uno de mis primeros consejos en el campo de la escritura. Un consejo interesante pero que no deja de inquietarme. El personaje de Guillermo Lemos me dice: 

 

Cuando tú trabajas con literatura y trabajas un personaje, el personaje empieza a hablar contigo. Cuando proyectas al personaje y el personaje empieza a hacerte sugerencias. Léase un libro que se llama “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, es una obra de teatro, cuando los personajes se te presentan y comienzan a hablar. Los personajes le hablan, cuando usted es escritor y le hacen sugerencias; “yo soy así, a mí me gusta eso, esto que vas a poner no soy yo, yo soy así” Crean en un mundo paralelo donde ellos son reales y te hablan. Los personajes mismos se te rebelan y te empiezan a dar pautas. Si vas a cultivar la parte de la prosa te vas a dar cuenta que como crees un personajes, como empecés a fórmalo él se termina de formar. Rudyard Kipling hablan de un personaje que se llama el Daimon, el Demonio, y el da pautas para escribir, para escribir búscate la pluma más aguda, consíguete un rapidógrafo, un micropunta y en tinta y verás cómo mejoras, cómo centras toda tu mente en la punta (…) De ahí viene la palabra stilus, del estilete, de la punta fina. Ese Daimon se apodera de tu mente y él utiliza todo lo que vos no utilizás, él tiene los cajones de todo tu subconsciente y los comienza a abrir, comienza a trabajar. El detalle de la inspiración es real. Vos te sitúas en un plano, en un punto de concentración. Uno no busca el silencio del Himalaya, nunca lo vas a encontrar, ahora lo podés crear con un fondo musical si hay mucho ruido. Y sobre todo no ser interrumpido que es lo que a mí me quita de la concentración. Porque para calentarte necesitas un tiempo, pero una vez te calientas comienza la producción. Y una vez comienza la producción comienzas a trabajar vertiginoso porque ya el Daimon se despierta y comienza a escribir el Daimon. Crea el personaje y verás que el Daimon es tenaz, y vas a ver que ese es tu mejor amigo, ese demoniecito.            

 

Esta parte de la conversación publicada en audio no pretende ser la panacea en temas que no se hayan tocado ya en la infinidad de información disponible en múltiples formatos. Pretende ser, como lo indica el título, un simple homenaje. Ojalá, alguien encuentre o descubra algo nuevo en estos audios que se irán publicando periódicamente.  Miro en retrospectiva todos aquellos que han hecho parte del círculo de Andrés Caicedo. Poco a poco han ido partiendo hacia el parque de las piedras donde siguen esperando a los que faltan. Andrés Caicedo, Carlos Tofiño, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Guillermo Lemos. Mientras los vivos le ponen una cita a la muerte, los ya idos se reúnen en la misma  (t) rumba con Andrés; hay fuego en la S93.

Clic aquí para escuchar el audio (Parte I):

https://drive.google.com/file/d/13VKUpR5Gi0Yyj6ftOP9_yj4UQY_X-cE-/view?usp=sharing



[1] Crónica a partir del encuentro con Guillermo Lemos realizada el 25 de abril de 2015

[2] “El papá de Ércules”, crónica publicada en la revista Lexikalia, de la Universidad del Valle.


viernes, 15 de octubre de 2021

 

¿Para qué un magazín cultural?

 


 

El magazín cultural Tren de Papagayos nace como una idea virtual en el 2019, primero sustentado en un blog personal donde se compartían textos y material vinculado con el campo de la literatura de manera muy general pero de producción propia. En vista de que ha habido una preocupación por fomentar la lectura en el municipio y promover proyectos escriturales se crea este magazín con el fin de darle una respuesta a las distintas inquietudes literarias de las generaciones venideras que están creciendo con hábitos lectoriales y que en algún momento sentirán una necesidad o una inclinación, casi que natural, de escribir. Este tipo de referentes cumplirán un papel importante en los futuros escritores o periodistas que encuentren en Dagua proyectos y trabajos en torno a la investigación y las letras.

 No han sido pocos los intentos y esfuerzos por intentar sostener un periódico o una revista cultural en el municipio de Dagua. La revista es un medio editorial de difusión, su temática puede ser variada o monotemática como en este caso. El tema prioritario es la literatura con un enfoque cultural, con la posibilidad de incluir otros temas donde el mecanismo de estudio sea la palabra y cuyo objetivo sea la memoria. En la monografía de Dagua, de Guillermo Becerra, hay una página donde hace un breve recorrido por algunos títulos de periódicos o revistas que existieron en el municipio: periódico Ecos del Dagua (1924), periódico Luz y Sombra (1928), periódico La Batalla (1939), periódico La Pantalla (1956), periódico El Dagüeño (1956), periodico El Roble (1986), periódico La Opinión (1987), periódico Ecos del Dagua (1987), periódico La Pizarra (1991), informativo El Limonareño (s.f.), informativo El Queremal (s.f.), revista cultural El Dagüeño (1995), dirigida por Guillermo Becerra Collazos.

 Tren de Papagayos es la unión de dos elementos referentes históricos para el municipio. El tren, cuyo trazado constituyó un elemento fundacional del municipio. Papagayos, que derivó uno de los primeros nombres que tuvo el municipio antes de consolidarse como casco urbano: “Papagayeros”. “Papagayeros”, según la tradición oral, fue un error de pronunciación de un extranjero que designó este nombre al intentar decir “papayales”. Según los referentes históricos, era el nombre de una extensa hacienda que pasó por diferentes dueños de familias prestantes como el alferazgo de la familia Caicedo, de Cali. Con este nombre se bautizó a los nativos asentados en aquellas tierras y de cuya cultura se tiene poca o nula información. Se tiene idea que practicaban la alfarería y labraban el oro. En entierros funerarios descubiertos se han encontrado figurillas humanoides donde la vestimenta se complementa con aves en la cabeza, aves muy similares a las guacamayas. No hay una fuente fehaciente que explique la razón de este nombre y el por qué de su aplicativo al territorio inhóspito entre Cali y Buenaventura en el siglo XVIII. Frente a este término “Papagayeros” se propondrá un estudio a futuro.

 La literatura y la memoria cultural en el municipio han sido muy tenue y de poca, poquísima difusión. Los actuales medios de difusión virtual y digital permiten que los trabajos autogestionados lleguen a todo tipo de público. En este caso, Magazín cultural Tren de Papagayos apunta a ser una revista virtual trimestral producida desde Dagua y todo su espectro temático que pueda expresarse en un código literario o periodístico. También, apunta a poder ser una revista impresa y autosostenible económicamente con estrategias como la pauta publicitaria o un aporte simbólico para invertir en la impresión de pequeños tirajes. Dagua es una meca literaria, un territorio por explorar desde todas las posibilidades de las letras. Como decía Efraín en María: “…en el Dagua es donde con toda propiedad puede decirse que no hay imposibles”.  

LINK DE DESCARGA AQUÍ:
https://drive.google.com/file/d/1JWlK7qE321tCSr5zrMn2Xn0QBZ8PPgnJ/view?usp=sharing