RADIO Y LITERATURA*
La
radio,
la
caja mágica,
la
caja de los sueños,
de
la fantasía,
de
la memoria.
LA
CAJA.
En la caja de la memoria existen
historias de vidas consagradas a este medio. Vidas que tal vez han encontrado
la inmortalidad y como en una caja china han encontrado dentro de la radio otra
radio en ondas de palabras y dentro de esta una onda de circunferencia
infinita.
«Desde
el 17 de octubre de 1954 hasta el 31 de diciembre de 1999 le he dedicado a la
radio 45 años, dos meses y catorce días de mi vida. Tengo implementada, pues,
en mi disco duro, una deformación profesional que me hace ver (oír) radio hasta
cuando el soporte lo impediría físicamente: en las páginas de un libro.»
La
tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa
Cambio
de luces, de Julio Cortazar
Boquitas
pintadas, de Manuel Puig
La
guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez
Estaba
la pájara pinta sentada en el verde limón, de Albalucía Ángel
En la caja de la palabra existe la poesía y la frase poética, elementos al parecer condenados a estar separados. La radio puede ser un canal para la poesía y esta puede poetizar la radio; no son temas excluyentes el uno al otro. La periodista colombiana Simona Sánchez va más allá de la re-significación y define a la radio como un acto poético en sí mismo:
«
¿Y qué es la radio si no es poesía? Yo no concibo la radio sin poesía. Así como
no concibo la música sin silencio. ¿Cómo no hacerle un homenaje a la palabra
cada vez que un micrófono está encendido? ¿Cómo no susurrar palabras dulces
cuando desde cualquier lugar del mundo alguien te está escuchando en el ritual
más personal anclado a un par de audífonos? ¿Cómo no pensar antes de hablar y
buscar que las palabras encuentren su cauce y fluyan como ríos sonoros que
lleven a algún mar al pensamiento de quien escucha? ¿Cómo no hilar las
historias, hilar las canciones, hacer más preguntas que respuestas, charlar con
la mente del otro, escuchar su silencio y percibir su reacción cada vez que le
pones play a una canción?»
Cajita
con la que cargué cuidadosamente en mi huida
de
casa al barco y del barco al tren
para
que sus lámparas tampoco se me rompiesen
y
mis enemigos no dejaran de hablarme
en
la cabecera de la cama y con gran dolor mío
de
sus victorias y mis penalidades
cerrando
la noche y empezando la madrugada:
¡prométeme
no enmudecer nunca de repente!
“Me
gustaría que estas palabras
fueran
señales de radio de onda corta
emitidas
hacia la nada
y
que las escucharas tú
y
que despertaras de esa nada
y
recordaras que fuiste.
¿Podrás
responderme
a
la velocidad de la luz
de
la muerte?”
William Shakespeare decía que estamos hechos de la materia de los sueños, Eduardo Galeano decía que no estamos hechos de átomos, sino de historias. Pero estas historias están hechas de ondas que todavía escuchan unos y sueñan otros. La onda que ha reemplazado al correo físico, al cartero, al estafeta, al mensajero, al chasqui. Pero no ha cambiado el primitivo arte de escuchar y ver el mundo a través de las palabras.
(*Texto leído en la sección TREN DE PAPAGAYOS del programa ENLACE PANDORA transmitido a través de https://tintadeescritores.com/radio-y-chat-online/)