domingo, 6 de septiembre de 2020

RADIO Y LITERATURA* 


La radio,

la caja mágica,

la caja de los sueños,

de la fantasía,

de la memoria.

LA CAJA.


 

En la caja de la memoria existen historias de vidas consagradas a este medio. Vidas que tal vez han encontrado la inmortalidad y como en una caja china han encontrado dentro de la radio otra radio en ondas de palabras y dentro de esta una onda de circunferencia infinita.  

 El escritor Ricardo Bada nos dice en el conmovedor artículo publicado en el periódico El Espectador:

 

«Desde el 17 de octubre de 1954 hasta el 31 de diciembre de 1999 le he dedicado a la radio 45 años, dos meses y catorce días de mi vida. Tengo implementada, pues, en mi disco duro, una deformación profesional que me hace ver (oír) radio hasta cuando el soporte lo impediría físicamente: en las páginas de un libro.»

 Y ha sido dentro de las páginas de un libro donde ha encontrado la inmortalidad de la radio, donde esta es más que un simple mueble de la ficción. Han sido varias las obras en las que el escritor ha hallado la importante participación de este aparato dentro de la trama, unas veces como el elemento que contextualiza a nivel histórico la narración o en otras donde su aparición y función complementan el desarrollo de la trama. Ejemplos son:

 

La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa

Cambio de luces, de Julio Cortazar

Boquitas pintadas, de Manuel Puig

La guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez

Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, de Albalucía Ángel

 En la caja de la palabra existe la poesía y la frase poética, elementos al parecer condenados a estar separados. La radio puede ser un canal para la poesía y esta puede poetizar la radio; no son temas excluyentes el uno al otro. La periodista colombiana Simona Sánchez va más allá de la re-significación y define a la radio como un acto poético en sí mismo:

 

« ¿Y qué es la radio si no es poesía? Yo no concibo la radio sin poesía. Así como no concibo la música sin silencio. ¿Cómo no hacerle un homenaje a la palabra cada vez que un micrófono está encendido? ¿Cómo no susurrar palabras dulces cuando desde cualquier lugar del mundo alguien te está escuchando en el ritual más personal anclado a un par de audífonos? ¿Cómo no pensar antes de hablar y buscar que las palabras encuentren su cauce y fluyan como ríos sonoros que lleven a algún mar al pensamiento de quien escucha? ¿Cómo no hilar las historias, hilar las canciones, hacer más preguntas que respuestas, charlar con la mente del otro, escuchar su silencio y percibir su reacción cada vez que le pones play a una canción?»

 La caja compañera. A veces los oficios o las situaciones de confinamiento o desplazamiento convierten a la caja sonora en la única compañía. Se atesora como la voz de la conciencia o con la firme convicción de que alguien al otro lado del silencio también nos escucha. El poeta y dramaturgo Bertolt Brecht dedica unos versos AL PEQUEÑO APARATO DE RADIO:

 

Cajita con la que cargué cuidadosamente en mi huida

de casa al barco y del barco al tren

para que sus lámparas tampoco se me rompiesen

y mis enemigos no dejaran de hablarme

 

en la cabecera de la cama y con gran dolor mío

de sus victorias y mis penalidades

cerrando la noche y empezando la madrugada:

¡prométeme no enmudecer nunca de repente!

 El poeta chileno Cristián Warnken Lihn habla en su poema de la inmortalidad y de las capacidades de la caja para ser un médium que conecte lo terrenal con la eternidad, lo finito con lo infinito:

 

“Me gustaría que estas palabras

fueran señales de radio de onda corta

emitidas hacia la nada

y que las escucharas tú

y que despertaras de esa nada

y recordaras que fuiste.

¿Podrás responderme

a la velocidad de la luz

de la muerte?”

 La radio, que ya no es mágica, no es la fuente de los sueños ni de la fantasía ni de la memoria. La caja que ya no es caja sino CAJA DE PANDORA ha inmortalizado a la literatura y la literatura la ha inmortalizado. Siempre quedará adentro una palabra que tal vez nunca escuches o no comprendas. Irá por tu interior como una honda recorriéndote al fin de extremo a extremo y no se detendrá ni cuando mueras ni cuando sea el origen de los tiempos.

William Shakespeare decía que estamos hechos de la materia de los sueños, Eduardo Galeano decía que no estamos hechos de átomos, sino de historias. Pero estas historias están hechas de ondas que todavía escuchan unos y sueñan otros. La onda que ha reemplazado al correo físico, al cartero, al estafeta, al mensajero, al chasqui. Pero no ha cambiado el primitivo arte de escuchar y ver el mundo a través de las palabras.

(*Texto leído en la sección TREN DE PAPAGAYOS del programa ENLACE PANDORA transmitido a través de https://tintadeescritores.com/radio-y-chat-online/)