lunes, 27 de julio de 2020

La lectura como un juego





En español la palabra “ligar” viene del latín ligare. Ligare se relaciona con la raíz indoeuropeo -leig y está presente en palabras como liga, ligamento o ligadura. En el idioma italiano el verbo leer (leggiere) conjugado en primera persona se escribe leggo, cuya sonoridad guarda similitud con las siglas en danés LEGO; aquella marca de juguetes reconocida por su fabricación de bloquecitos. La sigla es la abreviatura de dos palabras, leg y godt y que significa “ponerlo junto”. Un sistema de enseñanza de las vocales y las consonantes para los infantes, tipo nemotecnia, es el de asociar la forma de las letras con animales, personas, situaciones u objetos de la realidad. En el papel es posible la simbiosis de las asociaciones, por ejemplo, la A mayúscula, a manera de cercha, puede sostener la estructura de un techo o un puente. Daniel Pennac habla en su libro “Como si fuera una novela” que la palabra “mamá” ‹‹tiene tres puentecitos, un círculo, un bucle, otros tres puentecitos, un segundo circulo, otro bucle. ›› Eduardo Galeano nos advierte sobre “El peligro” de una palabra: «La A tiene las piernas abiertas. La M es un subibaja que va y viene entre el cielo y el infierno. La O, círculo cerrado, te asfixia. La R está notoriamente embarazada». Al final Mario Benedetti nos invita a cruzar “El puente”: «ahí está el puente/para cruzarlo o para no cruzarlo/yo lo voy a cruzar sin prevenciones//en la otra orilla alguien me espera/con un durazno y un país». En el caso de los textos más extensos surgen juegos donde Horacio Oliveira debe encontrar a la Maga, y la táctica y estrategia para leer a Rayuela dan muchas posibilidades. O la forma de un triángulo equilátero perfecto -el mismo que da estructura a la A mayúscula-, es la figura vectorial para resolver un crimen en “La muerte y la Brújula” de Borges. El legado es amplio, prestamos nuestro Yo, el ego, (l´ego en italiano) y lo disfrazarnos de detective, viajero, niño, héroe o extranjero, y este actúa en todos aquellos sucesos que activan las piernas (leg en inglés) para que camine aquel ente dormido; que es el libro, hasta el punto que el lector actúa como un pequeño dios (god) sobre las aguas de la lectura, o como El Principito al cruzar los pequeños mundos posibles.